miércoles, 19 de octubre de 2011

LA CAZA

Nunca he sentido mucha simpatía por los cazadores. Me gusta pasear por el monte, y me resta tranquilidad saber que una persona armada merodea por los alrededores. De momento no me han matado ninguna vez, pero he tenido más de un susto y yo voy al bosque para encontrar paz y silencio, no a estar pendiente de hacer ruido para delatar mi posición y así evitar balas perdidas.

Sin embargo, uno de mis mejores amigos es cazador.

Me argumenta que los humanos hemos destruido la mayor parte del hábitat de muchas especies dejándolas aisladas en reductos limitados.

Hemos aniquilado sus depredadores naturales, como el lobo, y sin un depredador artificial, (el cazador), las especies crecerían incontroladamente e invadirían las zonas urbanas en busca de alimento. Animales grandes, como el jabalí, provocarían mortales accidentes de tráfico. Otros se convertirían en plagas y causarían desequilibrios en los ecosistemas y en los cultivos.

Afirma que muchos cazadores son ecologistas, aman la Naturaleza y los bosques y ayudan a protegerlos y a cuidarlos. Y predica con el ejemplo, conozco pocas personas que amen tanto el bosque y que tengan una conciencia ecológica y del reciclaje tan amplia como él.

También argumenta que él (como la mayoría de la población) come carne, y en vez de comprarla en el supermercado y que otro mate al animal en su nombre lo mata él directamente. Y no es más culpable que el que lo hace sacrificar por encargo para zamparse un buen filete.

Debo reconocer que en todo lo que dice tiene razón. Si yo viviera en una tribu prehistórica también cazaría. Pero no necesito cazar para sobrevivir. La caza por deporte implica un placer a la hora de apretar el gatillo y segar la vida de un animal. Y yo no disfruto matando animales. Al contrario, nada me alegra más que encontrármelos cuando voy de excursión, y lo último que me pasaría por la cabeza es acabar con sus vidas.

No negaré que de vez en cuando cae un jamoncito y el cerdo también tenía derecho a vivir. No negaré que a veces me como mi latita de atún y al bonito nunca le preguntaron. Mentiría si dijera que cuando veo un mosquito tigre encima de mi pierna afilando el aguijón para chuparme la sangre le perdono la vida... no, lo aplasto de inmediato, pero sin sentir ningún placer en tal acto o el más mínimo odio hacia él. El cerdo, el atún, el mosquito, todos tenían derecho a vivir y todos mueren por mi culpa.... pero en ningún momento siento placer por su ejecución.

Esa es la diferencia. El cazador disfruta matando al animal. Yo no.

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